
La Navidad no comenzó con un pesebre, ni con pastores, ni con ángeles cantando. Comenzó en el corazón de Dios, mucho antes de que hubiera estrellas, establos o villancicos. Desde Génesis, un susurro divino comenzó a anunciar lo que siglos después veríamos envuelto en pañales: la llegada del Niño eterno, el Rey nacido en humildad.